En la mañana del 7 de Abril, miles de trabajadores de fábricas de acero aún tenían la esperanza que el ímpetu ganado en el Congreso por la Ley de la Prevención del Impuesto de Energía supusiera una victoria en el Senado.
Cuatro días más tarde, la Casa Blanca arrebató esa esperanza de cambio a las Grandes del Acero, dejando a sus empleados y a grupos como el Instituto de Hierro y Acero Americano (AISI según las siglas en inglés) y la Asociación de Fabricantes de Acero, temiendo por el futuro económico de su sector.
Si el Senado hubiese aprobado la ley, habrían frenado la capacidad de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA, por sus siglas en inglés) de regular las emisiones de efecto invernadero de fuentes estacionarias (como fábricas, por ejemplo, en vez de camiones de diesel), un resultado que la Casa Blanca dijo "aumentaría la dependencia de la nación del petróleo y otros combustibles fósiles" a la vez que desmentiría el consenso sobre el cambio climático. También habría incrementado empleos en fábricas, según el AISI y habría indicado un renovado apoyo a la producción estadounidense.
Como están las cosas, la EPA continuará sus esfuerzos iniciados en Enero, para reducir GHG (gases de efecto invernadero, por su nomenclatura inglesa) de fuentes inmóviles, una meta noble, pero algo que la industria arguye es un lastre innecesariamente impuesto sobre ellos por la actitud descuidada de otras industrias. El mercado de los Estados Unidos ha rebajado sus emisiones de GHG un 35 por ciento a lo largo de las últimas dos décadas sin necesidad del control de la EPA. De hecho, dentro de los mayores productores de acero en el mundo, los Estados Unidos han visto la mayor disminución en difusión de gases de efecto invernadero emitidos desde el 1990. Una postura apoyada por el Departamento de Energía estadounidense. En Marzo, este organismo gubernamental validó la afirmación de la industria de ser de los más energéticamente eficientes del mundo, llegando hasta a exonerar a los Estados Unidos por haber "cumplido, casi completamente la eficiencia energética y las reducciones de emisiones que pueden ser conseguidas hoy en día utilizando las mejores técnicas". Aparte de Corea del Sur, ningún país produce menores cantidades de dióxido de carbono por tonelada de acero.
La EPA no está de acuerdo con la estimación del DOE (el Departamento de Energía) de que el Gran Acero sea casi impecable, arguyendo la posibilidad de reducir el gasto de energía un 27 por ciento más en toda la industria.
"Sin desarrollo de tecnología innovadora", el presidente de AISI, Thomas J. Gibson añadió, "la industria del acero de los Estados Unidos no puede conseguir ganancias energéticas similares en el futuro y sin embargo, eso es exactamente lo que la EPA está ordenándonos que hagamos"
Los recelos de la industria no acaban en los altos costos de operación o en apoyarse en industrias que no existen. Incluso si los Estados Unidos fuesen capaces de sostener su mano de obra y al mismo tiempo gastar el capital necesario para cumplir con las reglas de la EPA, están mirando a una desventaja masiva en gastos generales comparado con China - una desventaja parecida a correr los 100 metros lisos en zapatos de vestir.
"Las regulaciones de la EPA harán que sea menos competitivo producir acero en los Estados Unidos, donde tenemos la industria más limpia del mundo, empujando la producción a otros países con emisiones de gases más altas" dijo Thomas J. Gibson presidente y Director Ejecutivo de AISI.
El Octubre pasado, los Estados Unidos lanzaron una investigación sobre varias prácticas comerciales en China, que han producido un crecimiento sin precedentes en la industria del acero, a pesar de la pobre demanda comercial. La intervención, manifestada a través de subsidios provistos por el gobierno chino viola los compromisos de reforma del mercado, a los que accedieron después de unirse a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en el 2001. Fue como la transformación de Barry Bonds de 84 kilos de velocidad a 105 kilos de potencia afirmando no haber cambiado su régimen fuera de temporada. Este crecimiento no es natural.
La industria en China, fuertemente subvencionada por el gobierno, no es tan vulnerable a las fluctuaciones del mercado como otros países que se tienen que valer por si mismos. En estos momentos, esos países son como boy scouts vendiendo chocolatinas de puerta a puerta para recaudar fondos; mientras en China, los padres ricos compraron todo el suministro sin salir de su casa.
Se necesitaban sesenta y siete votos afirmativos del Senado para que la ley fuese aprobada, se materializaron solamente 64. Mientras algunos ven el voto tan cercano como un presagio esperanzador para el apoyo a la industria en el futuro, la realidad inmediata es más cierres de fábricas y una discrepancia productiva concediendo a China una posición de ventaja.